La defensa del patrimonio subterráneo en Cantabria: la trayectoria de la ACDPS
No tenemos hoy ninguna duda de que el mundo de las cuevas en Cantabria forma uno de valores naturales más importantes de la región. Es casi imposible dar con un cántabro que no conozca la celebérrima Altamira o el grupo de cuevas de Puente Viesgo, o que no reconozca su valor cultural. Sin embargo, Cantabria cuenta con cerca de ocho mil cavernas y simas que en pocas ocasiones han gozado de la protección y cuidado de esas hermanas predilectas.
La ACDPS (Asociación Cántabra para la Defensa del Patrimonio Subterráneo) se fundó en diciembre 1978 por personas vinculadas a la espeleología que observaban los gravísimos problemas de conservación que por aquellos tiempos padecían las cuevas. La pasividad de las instituciones ante temas tan graves y urgentes como el furtivismo arqueológico, la protección del arte paleolítico o la contaminación de los acuíferos impulsó la creación de la asociación.
Los primeros balances se expusieron en 1979, en el primer número de la revista Memorias, publicación que se ha mantenido viva hasta la fecha como principal órgano de expresión de la asociación. En ella se mantenía este doble ánimo de conocimiento espeleológico y denuncia pública, de entre las cuales había que destacar el tema de las destrucciones de cavidades por las canteras. Las actividades industriales extractivas siempre han gozado de todo tipo de facilidades en nuestra región, amparadas por los gobiernos locales y provinciales, usualmente ajenos a contemplar cualquier modo de compatibilidad con el medio natural. El caso más alarmante entonces -y que se ha convertido en paradigmático- fue el de la cueva de La Pila (Cuchía), la cual fue eliminada completamente, sin contemplaciones, a pesar de que las autoridades y la empresa conocían sobradamente que albergaba un notable depósito arqueológico y arte rupestre paleolítico.
Desde entonces la actividad de la ACDPS se involucró de una forma más práctica en la conservación del medio subterráneo, sumando a las habituales tareas de denuncias públicas y reconocimiento de sistemas cavernarios la tramitación de cierres de cavidades especialmente vulnerables y campañas de limpieza de basuras en cuevas. Tales fueron, en estos primeros años de la década de los ochenta, el caso del cierre de la cueva de Los Peines (Castro Urdiales), en colaboración con el Grupo Espeleológico “La Lastrilla”; el replanteamiento topográfico de la cueva de La Castañera (Reocín) y su relación con la de Altamira, colaborando con la Sección de Espeleología del Seminario Sautuola; la paralización del proyecto de vertedero en la sima de Callejamaderos (Ramales de la Victoria) y, muy especialmente, la redacción del Inventario Provincial de Cavidades con Arte Rupestre, como documento base para su protección. Este inventario, a pesar de que el Gobierno regional no lo incluyó entre sus documentos de gestión, era el primer catálogo que recogía con gran detalle, tanto de texto como gráfico, todas las cuevas decoradas de Cantabria, así como sus principales carencias de protección. Se publicó por la asociación en 1986 con el título Las cuevas con arte paleolítico en Cantabria, en una segunda línea de publicaciones denominada Monografías, con un notable éxito. De hecho, se ha venido reeditando, considerablemente ampliado y renovado, hasta alcanzar la cuarta edición en 2010.
En 1988, con motivo del décimo aniversario de la ACDPS, se publicó en esa misma serie El deterioro de las cuevas de Cantabria, libro en el que se elabora un completísimo recorrido por los problemas que aquejan al patrimonio subterráneo y que no ha perdido actualidad a pesar de los años. En un listado, forzosamente resumido, se pueden citar: contaminación por todo tipo de vertidos; pintadas modernas; turismo incontrolado; empleo de las cuevas como bodegas, aprisco, etc; canteras; furtivismo; abandono por parte de los organismos responsables.
Para entonces los objetivos de la asociación se habían ampliado y definido, haciendo desde ahora especial hincapié en el ánimo divulgador mediante charlas, exposiciones y notas en la prensa. La más celebrada de las exposiciones fue la titulada “Contribución de las cuevas cántabras a la cultura y a la ciencia”, en 1990, que contó con la colaboración del Gobierno de Cantabria, dispuesta mediante un conjunto de paneles que contemplaban el mundo subterráneo desde variados puntos de vista (arqueológico, biológico, etnográfico, geológico, etc). El ánimo de esta exposición ha sido retomando más recientemente a través de una nueva: “Cantabria: diversidad subterránea”, en la que se han ampliado los contenidos y modernizado su presentación. Esta exposición, inaugurada en Camargo en 2006, ha recorrido en estos últimos años numerosos centros culturales y salas de exposiciones de toda la región.
Uno de los proyectos más importantes que abordó la ACDPS fue la limpieza y rehabilitación de la ermita semi-rupestre de San Juan de Socueva (Arredondo), en estado de amenazante ruina, llevado a cabo en 1993. Socueva, a pesar de ser un monumento de valor bien conocido por todos, fue otro caso más que la dejadez institucional había dejado a su suerte. También se involucró en una importante campaña de cierre de cavidades con arte rupestre (1996), en la que incluso la asociación aportó los proyectos concretos para cada caso, con resultados algo decepcionantes ante la escasa respuesta de la Consejería de Cultura.
Dentro de la tarea divulgativa, la ACDPS organizó la Primera Reunión sobre la Edad del Hierro en Cantabria, en mayo de 1995, y el II Coloquio Internacional sobre el arte esquemático-abstracto (diciembre de 1996), cuyas actas fueron cumplidamente publicadas poco después en cada caso. En noviembre de 1998 se organizó la exposición “La arqueología de Santander”, acompañada de un pequeño ciclo de conferencias, habida cuenta del escaso interés que el ayuntamiento de dicha ciudad ponía en la conservación de sus numerosos y castigados yacimientos, debido seguramente -queremos suponer- a un flagrante desconocimiento de los mismos.
Sin desatender sus obligaciones, la asociación mantuvo su actividad denunciadora en el caso de las cuevas de Galo y Agapito (Castro Urdiales), lamentablemente destruidas por el avance de un frente de excavación para la construcción de una urbanización en 1997, de nuevo sin éxito. También en dos campañas de revisión de cuevas arqueológicas: en el caso de la revisión de los cierres de cavidades con arte rupestre, en 2001, se comprobó que más de la mitad de los mismos estaban rotos, inutilizados o no eran efectivos, dejando al descubierto una nula labor de mantenimiento. En el de la revisión del estado de conservación de antiguas excavaciones arqueológicas (2003), se concluyó que todas ellas necesitaban, por lo menos, de limpieza y consolidación de cortes estratigráficos.
Resumiendo ahora los proyectos concretos sobre cavidades que reclamaban algún tipo de intervención específica, la ACDPS emprendió la limpieza de basuras en la entrada de la cueva de Cudón (Miengo) y la recuperación de los materiales arqueológicos que, por diferentes motivos, habían quedado al descubierto y desprotegidos en las cuevas de La Chora (Voto) y El Piélago II (Miera) (todo ello en 2004). El interés de la asociación también se centró ese año en la cueva de Cofresnedo (Matienzo), iniciando una serie de actuaciones de acondicionamiento y limpieza encaminadas a su futura puesta en valor. En 2006 se presentó ante la Consejería un proyecto de conservación para la cueva de El Calero II (Piélagos), que sufría de una proliferación de raíces de eucaliptos y hongos. No se llevó a cabo. Posteriormente se han presentado varias denuncias más: vertederos en La Cuevona (Reocín); rellenos en el entorno más próximo a la cueva de El Risco (Matienzo); rotura del cierre y grabados en la cueva de Los Emboscados (Matienzo); apertura de pista forestal bajo el abrigo de Santa María (Valdáliga), con la aparición de abundante material arqueológico (posteriormente fue recogido por nosotros); degradación de las rocas con arte rupestre de la Braña de los Pastores (Cabezón de la Sal) por la plantación de eucaliptos y reclamación de la apertura de expediente para la declaración de BIC.
En 2008 tuvimos el privilegio de ser los organizadores en Cantabria de las XIX Jornadas Científicas de la SEDECK (Sociedad Española de Espeleología y Ciencias del Karst), jornadas que cuentan con un notable prestigio nacional. Fueron desarrolladas en el Museo de la Naturaleza de Cantabria, que generosamente nos cedió sus instalaciones.
A estas alturas es inevitable hacer una valoración de lo que ha sido la conservación del patrimonio subterráneo con la perspectiva que dan treinta y cinco años de experiencia. Obviamente, la situación ha cambiado, mejorándose en varios aspectos. Por ejemplo, el control en el acceso a las cuevas, que debe contar siempre con la preceptiva autorización administrativa, dentro de un marco legislativo específico (la Ley de Patrimonio Cultural de Cantabria de 1998), o la elaboración de un Inventario Arqueológico Regional por la Consejería de Cultura han supuesto un notable avance en la gestión que obligadamente corresponde en exclusiva al Gobierno regional, en virtud del Estatuto de Autonomía de 1981. Sin embargo, nos tememos que son más las sombras que las luces. En nuestra opinión, quedan por mejorar aún muchas cosas. Mantener los cierres de las cuevas en buen estado; proteger debidamente las que tienen arte parietal; aplicar políticas continuadas de conservación y protección del entorno natural circundante; mejorar la respuesta ante las denuncias de particulares, colectivos o profesionales; sancionar con la correspondiente dureza las infracciones; eliminar de una vez la sumisión a los poderes económicos y políticos; o promover campañas de difusión y valoración del patrimonio subterráneo regional, son asignaturas pendientes que, no dudamos, están también en la voluntad de ser aprobadas por los gestores de nuestro tesoro subterráneo.